1 jul 2017

EL TERROR BLANCO Y LAS JUNTAS DE FE

La dualidad absolutista será la características política de esta década ominosa.  La voluntad real no será aceptada unánimemente por los absolutistas.  Mientras unos buscan un gobierno ilustrado y conciliador, los otros se niegan a toda transacción con las ideas del silgo. y desean la eliminación física de los liberales, siguiendo con sus normas resueltamente terroristas.
El "Edicto de proscripción general", los decretos de depuraciones, las "Juntas de Fe", las "Comisiones militares ejecutivas y permanentes" siguen haciendo estragos (en veinte días se ahorcaron 112 personas) entre los constitucionales, toleradas y excitadas por el rey y sus cortesanos.
La presión de las potencias extranjeras destituirá el ministerio universal del canónigo Sáez, siendo sustituido por miembros más moderados y transigentes: Casa Irujo, Ofalia, Cruz, Salazar, López Ballesteros.  Este ministerio y un ultimátum del gobierno francés obligan al monarca español a firmar, de mala gana, el decreto de amnistía del 1º de mayo de 1824.   Debemos matizar que tal decreto sólo en apariencia llevaba un perdón general a los liberales.  Fernando VII, obligado a ceder so pena de quedarse sin el apoyo del ejército francés, interpretará con dureza este decreto de amnistía.  He aquí algunos de sus comentarios ordenancistas:

"Ya es tiempo de coger a Ballesteros y despachar al otro mundo a Chaleco y el Empeciado."  "...quiero y mando que inmediatamente se ejecuten las prisiones sin pretexto ni excusa alguna, aunque se arda todo el mundo y aunque rabien los ministros, que bien lo merecen."

La amnistía, además, es neutralizada con la salida del gobierno de algunos ministros moderados y la publicación de otros decretos que daban al poder un cariz netamente reaccionario:

"...serían condenados a muerte los que... gritasen muera el rey, viva Riego, viva la Constitucíón, mueran los serviles, mueran los tiranos, viva la libertad."

Simultáneamente, las autoridades locales llevaban a cabo la campaña del Terror Blanco, y la Iglesia, con sus Juntas de Fe, remedo del Santo Oficio, procesaba o condenaba a muerte, sin pararse a consideraciones, como en el caso del maestro Antonio Ripoll.
Estas medidas aún parecen insuficientes a la facción apostólica del absolutismo.  Presentan en todo momento la postura política de mayor radicalismo e intransigencia.  Son apoyados estos apostólicos por la Iglesia en su intento de cerrar filas y de defender a la "cristiandad hispánica" de todo contagio exterior.  Su postura intenta amasar la verdad, el poder de Dios y los privilegios económicos como punta de una "reacción clerical desenfrenada".

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