25 jun 2017

EL INICIO DE LA "DÉCADA OMINOSA"

Fernando VII recuperó su poder absoluto y declaraba en 1823:

"...sentado ya otra vez en el trono de San Fernando por la mano sabia y justa Omnipotente..."

Esta declaración está en consonancia con aquella otra del Consejo Internacional de Verona:

"... de que los principales religiosos son los que todavía pueden contribuir más poderosamente a conservar las naciones en el estado de obediencia pasiva que deben a sus príncipes..."

Por debajo de todo esto se ve a una Iglesia integrista defensora de la vieja sociedad estamental e identificándose con un orden al que sólo sostiene la represión.  La apostasía de las masas y los brotes anticlericales del liberalismo español son la lógica consecuencia de la reacción intransigente de la Iglesia.
Debemos también subrayar el hecho de que en 1823 el absolutismo no puede apoyarse, como en 1814, en el entusiasmo popular movilizado por la Iglesia, sino que debe recurrir a la intervención extranjera.  A excepción de algunas partidas absolutistas, es importante apuntar que la Iglesia apoya el nuevo absolutismo, pero se muestra incapaz de levantar al pueblo.
Pese a todo, el absolutismo tiene sus días contados.  Entre 1826 y 1827, el absolutismo esta agrietado por la crisis económica y tratará de salvarse buscando apoyo en la burguesía catalana y en el liberalismo moderado.  El integrismo religioso, la reacción absolutista y los apostólicos consideran esta debilidad de Fernando VII como una herejía (la de buscar apoyo en la burguesía y en los moderados).  Traicionados por estas concesiones hacia el liberalismo, buscan en Don Carlos, hermano de Fernando VII, la conquista del poder; desean el restablecimiento de la Inquisición y el exterminio de los liberales, quienes serán llamados al exilio por la reina María Cristina, última mujer de Fernando VII.  La burguesía liberal no tardará en hacerse de nuevo con en poder, conquista precipitada por la muerte de Fernando VII y la crisis dinástica que le sigue a la misma.

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