19 may 2017

LA QUIEBRA ECONÓMICA COMO BASE DE LA INESTABILIDAD POLÍTICA (y II)

El campesinado pasa por dificultades; el clero es incapaz de explotar su enorme riqueza y adaptarla a los nuevos tiempos; la burguesía  está en crisis por el colapso de todo tipo de comercialización, y piensa más en conspirar que en apoyar.
¿Subsistir con parches sin cambiar nada fundamental?  Ésta era la solución en boga.
Mantener un ejército que garantice la tranquilidad interior y alimentar el funcionamiento de una administración; he ahí las dos principales necesidades.  Hay aún otra circunstancia vital: crear y mantener una marina para recuperar el imperio americano; pero esto entrañaba un dilema, ya que solamente la plata americana podía salvar al Estado español de la bancarrota, mientra que sólo un Estado solvente podía reconquistar América.  Y el Estado estaba agobiado por su deuda interior que en 1808 ascendía a 7.204 millones de reales; mas con los gastos de la guerra había ascendido, el 24 de octubre de 1814, a 11.567.900.000 reales.  Los réditos  anuales de esta deuda ascendían a 212.500.000 , y las rentas liquidadas no pasaban de los 390 millones de reales.  La situación financiera era, pues, más que crítica.
¿Aumentar ingresos sin gravar más a un país arruinado y miserable?  Éste era el milagro.  Fracasan los descabellados y fantásticos proyectos de Escoiquiz y Gonález Vallejo.
Se busca afanosamente aumentar los ingresos y ajustar los gastos.  Martín de Garay es llamado al Ministerio de Hacienda, en pleno absolutismo, pese a ser de traición liberal y discípulo de Jovellanos.  Garay intenta un saneamiento financiero a base de grandes economías y un nuevo sistema de finanzas, decidiéndose por las propuestas más radicales de reforma de la estructura monetaria, a base de implantar una contribución directa y suprimir las rentas provinciales.  Falló la aplicación del sistema, en parte por la resistencia delos ricos y de los cuerpos privilegiados.
El problema no tenía fácil arreglo.  La recaudación comenzó a disminuir y ni a "punta de bayoneta" se lograba sacar dinero de los pueblos.  El régimen, sí, estaba carcomido.  El acontecimiento de Riego e 1820 lo demostró.  Riego se paseó por Andalucía, sin la oposición de los campesinos.  Otros levantamientos en diversas ciudades terminaron por probar la debilidad total del régimen.  No fue la fuerza revolucionaria, sino un desmoronamiento, lo que obligó a Fernando VII a marchar por la senda constitucional.
Seis años habían demostrado que era imposible adaptar el Estado y la administración a las exigencias de la época sin alterar la estructura social tradicional y aumentar los ingresos de la Hacienda sin mermar los privilegios de los estamentos dominantes del antiguo régimen.  Varios planes y nueve ministros de Hacienda habían caído en sus intentos contra lo irrealizable.  Eliminar el latifundismo eclesiástico y el régimen señorial eran las tareas a intentar por el nuevo régimen constitucional a partir de 1820.

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