6 dic 2012

LOS COLONOS GRIEGOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

Cuando los fenicios todavía campaban por nuestras costas, llegaron también los griegos.  Efectivamente, en los siglos IX y VIII a.C. llegaron a la Península Ibérica los calcidios y los rodios y después del año 600 a.C., con la fundación de Marsella, se extendió por el Levante el establecimiento de los focenses.
Hemeroskopeion, Mainake, Abdera, Oinussa, Molybdana, Herakleia... eran colonias griegas en nuestro territorio y de ellas las dos primeras tienen especial interés.
En efecto, Hemeroskopeion se identifica con la actual Denia (que se denominó en tiempos de los romanos Dianium) y Mainake, que se ha confundido con Málaga no siéndolo, es más difícil de identificar.  A través de esta colonia se realizaba el comercio de los tartessos con los focenses, sobre todo a partir del momento de la decadencia de Tiro.
Sin embargo, las fundaciones más importantes que los griegos establecieron en la Península fueron las catalanas.  Seguramente en el siglo VIII, los rodios fundaron Rhode o Rhodope (hoy Rosas), pero después del establecimiento de Marsella fundaron Emporion (Ampurias).
Emporion, que significa "mercado", fue la más importante de las colonias griegas en España, y en ella fundaron una fortaleza y más tarde una ciudad comercial, a cuyo lado se estableció un gran poblado indígena, obre el cual los romanos edificarían después una ciudad.
Otras colonias griegas fueron Callípolis ("bella ciudad", Barcelona) y muchas más al sur.  También se instalaron en las islas Baleares.  Los griegos les dieron este nombre, que significa "tiradores", en alusión a la destreza de sus honderos.  También llamaron a los isleños los de Pityusas (abundantes en pinos) y Gimnesias (islas de los hombres desnudos).  Los nativos de las Baleares hacían de la honda un arma terrible, que al decir de Tito Livio, no había casco ni coraza que pudiera resistir el impacto del proyectil arrojado por ellos, que por lo general era una piedra, y a veces pedazos de hierro y plomo.  Todavía persiste la tradición hondera en las islas, especialmente por los pastores para controlar el ganado.
No eran las colonias griegas, como las fenicias, meros establecimientos comerciales, sino también ricos planteles de la brillante cultura alcanzada por la metrópoli.  Vivían independientes de ella y se gobernaban por la forma republicana, constituyendo una especie de confederación.
Es evidente que si entre los colonizadores griegos y la raza indígena no se realizó una verdadera fusión, si que hubieron de mediar relaciones amistosas y tratos comerciales.  En algunas de las ciudades fundadas por los griegos vivían éstos al lado de los nativos, separándoles una simple muralla.  No cabe duda de que la influencia griega penetró a veces en el interior, donde se encuentran sus monedas.  Se atribuye a esta influencia el sello helénico de algunos objetos de la industria ibérica.
A los griegos se atribuye también haber importado a España, a la que llamaron Hesperia, el cultivo de la vid y el olivo.  Y forzosamente estas colonizaciones habrían de dejar también mezclas étnicas.  El vocablo Hesperia significa "tierra occidental", y con él designaron los helenos a la Península por su posición geográfica y en recuerdo del planeta Venus, que ellos llamaban Hespero.
Queda recordar que además de estos nombres, ha llevado España el de Sefarat, que le dieron los judíos y el de Al-Ándalus, dado por los musulmanes a la antigua Bética y luego a todo el territorio peninsular.  cuando España descubrió y conquistó América, se consideró a ésta como Nueva España, y por eso el monarca español se tituló desde entonces "Rey de las Españas".
Lo que resulta indudable es que a medida que los invasores llegaban a nuestro territorio, también las venas de los indígenas se iban llenando con la sangre de distintas razas.  Y el carácter nacional, formado por tan múltiples elementos y tan variado espíritu, acaba por resultar mestizado y complementado en alto grado con cualidades diversas y atributos contradictorios y enriquecedores.  Pero esto no habría sido posible si el sustrato inicial no hubiese resultado especialmente permeable a la introducción de nuevas ideas, conceptos y culturas.
Entre los restos griegos encontrados en España, los más importantes son los hallados en la Neápolis de Ampurias, cuya ciudad ha sido excavada sistemáticamente, poniendo al descubierto los restos de sus murallas, templos y casas y dejando testimonio de la enorme relevancia que esta colonia tuvo en su tiempo y en fechas posteriores.  Se han encontrado entre dichos restos gran número de vasos pintados y otros bellos objetos de cerámica, mosaicos, monedas, joyas, armas, estatuas (entre las que sobresalen las de Asklepios -Esculapio- y de la diosa Afrodita).
La mayor parte de estos restos se conservan en el Museo Arqueológico de Barcelona, cuya visita recomendamos desde aquí vehementemente.

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